Mientras Obama pacta con Rusia, Irán continúa, firme pero seguro, hacia la bomba nuclear.
La tendrá en unos plazos que cada vez se acortan más, y la duda está en si el punto de no retorno será dentro de más o menos meses. Con ella tratará de liderar al mundo musulmán contra occidente, cumpliendo los sueños que Jomeini alumbró en 1979 para la República Islámica de Irán. Los misiles iraníes probados por Teherán, de procedencia coreana y tecnología rusa, alcanzan ya todo el territorio de Israel y parte de Europa. Las últimas versiones de misiles Shahab, o los BM-25, hacen que Roma y Atenas no estén menos amenazadas que Tel Aviv o Haifa. Y tras ellas el resto de capitales europeas. Ello sin contar la posibilidad de que grupos terroristas se hagan con el arma nuclear. ¿Sabe el lector que en dentro de unos años podrá ser vitrificado junto con su familia si así lo decide un ayatoláh iraní? Pues ya lo sabe.
Los europeos se muestran ajenos a todo ello, como si desentendiéndose de los problemas, éstos pasaran de largo. La decadencia de los países del Viejo Continente es dolorosa, y poco hay que invite al optimismo. No está ya nada claro si Europa no puede porque no quiere, o no quiere porque no puede. Lo que si está claro es que no está dispuesta a evitar que sus ciudades estén al alcance de los misiles del régimen chií. Por otra parte, Obama encabeza una política americana de repliegue: la construcción de las viviendas en Jerusalén Este no fue la causa del desencuentro de Obama con los israelíes, sino la consecuencia lógica de meses de progresiva desafección obamita hacia Israel. Simplemente, Israel es un problema para la política de Obama hacia los árabes que publicitó en su discurso de El Cairo.
La clave, desde luego, está en Israel. Tras el fin de la era Bush, el Estado judío es el único occidental dispuesto a defenderse y defender la democracia mediante el uso de la fuerza. Sólo Israel se interpone entre los misiles iraníes y las capitales europeas, más preocupadas en polemizar sobre el Papa y en reconocer matrimonios homosexuales que en evitar un hongo nuclear sobre ellas. Que nadie se llame a engaño: la única esperanza occidental está en la tradicional determinación histórica del pequeño país mediterráneo. Si los israelíes no solucionan el problema iraní, garantizando su supervivencia y nuestra tranquilidad, nadie más lo hará. A estas alturas, sólo Israel puede salvar a Europa de los misiles iraníes.
Hasta ahora ha dado pruebas sobradas de poder actuar en soledad, aceptando unos sacrificios que ningún país europeo estaría hoy dispuesto a hacer. Desde 1948, poca ayuda ha prestado Europa a la frontera occidental más meridional. Pero hay una diferencia entre hacerlo sin Europa y Estados Unidos y hacerlo contra la primera y ante la indiferencia de los segundos. Este es el problema a día de hoy: nada hay más preocupante que el cerco diplomático creciente a Israel en las instituciones y conferencias internacionales, que comienza a iniciativa de los países árabes y encuentra eco creciente en funcionarios, políticos y gobiernos occidentales.
No se trata de que Israel se enfrente al islamismo, que es lo que ha hecho siempre; es que por la espalda los mismos europeos que de ello se benefician, sabotean –en la ONU, en la UE y en el resto de instituciones internacionales–, los intentos israelíes. Lo vimos con el Informe Goldstone, con resoluciones de la UE o del Parlamento Europeo. El último episodio era la cumbre de Washington del lunes y martes, donde se preparaba una emboscada diplomática de países poco recomendables –con Turquía y Egipto a la cabeza– contra Israel, con los países europeos de testigos pro-árabes y Obama de anfitrión de lujo. La última entrega de una estrategia destinada a hacer caer a Israel. No será la última.
Europa no tiene intención de salvarse a sí misma. Israel puede salvarse sin contar con ella y de paso salvarla, a condición de que no moleste. Pero si el Viejo Continente continúa siendo un lastre que sabotea las medidas israelíes, las deslegitima y alimenta a sus enemigos, Israel caerá.
Si Israel cae, ¿quién nos salvará?
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.
Fuente: Libertad Digital
La tendrá en unos plazos que cada vez se acortan más, y la duda está en si el punto de no retorno será dentro de más o menos meses. Con ella tratará de liderar al mundo musulmán contra occidente, cumpliendo los sueños que Jomeini alumbró en 1979 para la República Islámica de Irán. Los misiles iraníes probados por Teherán, de procedencia coreana y tecnología rusa, alcanzan ya todo el territorio de Israel y parte de Europa. Las últimas versiones de misiles Shahab, o los BM-25, hacen que Roma y Atenas no estén menos amenazadas que Tel Aviv o Haifa. Y tras ellas el resto de capitales europeas. Ello sin contar la posibilidad de que grupos terroristas se hagan con el arma nuclear. ¿Sabe el lector que en dentro de unos años podrá ser vitrificado junto con su familia si así lo decide un ayatoláh iraní? Pues ya lo sabe.
Los europeos se muestran ajenos a todo ello, como si desentendiéndose de los problemas, éstos pasaran de largo. La decadencia de los países del Viejo Continente es dolorosa, y poco hay que invite al optimismo. No está ya nada claro si Europa no puede porque no quiere, o no quiere porque no puede. Lo que si está claro es que no está dispuesta a evitar que sus ciudades estén al alcance de los misiles del régimen chií. Por otra parte, Obama encabeza una política americana de repliegue: la construcción de las viviendas en Jerusalén Este no fue la causa del desencuentro de Obama con los israelíes, sino la consecuencia lógica de meses de progresiva desafección obamita hacia Israel. Simplemente, Israel es un problema para la política de Obama hacia los árabes que publicitó en su discurso de El Cairo.
La clave, desde luego, está en Israel. Tras el fin de la era Bush, el Estado judío es el único occidental dispuesto a defenderse y defender la democracia mediante el uso de la fuerza. Sólo Israel se interpone entre los misiles iraníes y las capitales europeas, más preocupadas en polemizar sobre el Papa y en reconocer matrimonios homosexuales que en evitar un hongo nuclear sobre ellas. Que nadie se llame a engaño: la única esperanza occidental está en la tradicional determinación histórica del pequeño país mediterráneo. Si los israelíes no solucionan el problema iraní, garantizando su supervivencia y nuestra tranquilidad, nadie más lo hará. A estas alturas, sólo Israel puede salvar a Europa de los misiles iraníes.
Hasta ahora ha dado pruebas sobradas de poder actuar en soledad, aceptando unos sacrificios que ningún país europeo estaría hoy dispuesto a hacer. Desde 1948, poca ayuda ha prestado Europa a la frontera occidental más meridional. Pero hay una diferencia entre hacerlo sin Europa y Estados Unidos y hacerlo contra la primera y ante la indiferencia de los segundos. Este es el problema a día de hoy: nada hay más preocupante que el cerco diplomático creciente a Israel en las instituciones y conferencias internacionales, que comienza a iniciativa de los países árabes y encuentra eco creciente en funcionarios, políticos y gobiernos occidentales.
No se trata de que Israel se enfrente al islamismo, que es lo que ha hecho siempre; es que por la espalda los mismos europeos que de ello se benefician, sabotean –en la ONU, en la UE y en el resto de instituciones internacionales–, los intentos israelíes. Lo vimos con el Informe Goldstone, con resoluciones de la UE o del Parlamento Europeo. El último episodio era la cumbre de Washington del lunes y martes, donde se preparaba una emboscada diplomática de países poco recomendables –con Turquía y Egipto a la cabeza– contra Israel, con los países europeos de testigos pro-árabes y Obama de anfitrión de lujo. La última entrega de una estrategia destinada a hacer caer a Israel. No será la última.
Europa no tiene intención de salvarse a sí misma. Israel puede salvarse sin contar con ella y de paso salvarla, a condición de que no moleste. Pero si el Viejo Continente continúa siendo un lastre que sabotea las medidas israelíes, las deslegitima y alimenta a sus enemigos, Israel caerá.
Si Israel cae, ¿quién nos salvará?
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.
Fuente: Libertad Digital
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