Soy judío, ¿y qué? Estoy orgulloso de serlo. Con tirabuzones y sin ellos. Con kipá y con la cabeza descubierta. Con sombrero y sin él. Creyente y laico. Asistente a la Sinagoga y no. Ateo. ¿Y qué? Es mi vida y decido como quiero vivirla.
A principios de febrero un joven fue insultado en las calles de Madrid. Su pecado: ser judío y estar orgulloso de serlo y mostrarlo. La agresora: una señora mayor, “de las de toda la vida”. El insulto: “judío, genocida y asesino”. Nada nuevo en España, inventora de la “pureza de sangre”. Que es antijudía, sin necesidad de excusa.
Soy judío, ¿y qué? Estoy orgulloso de serlo. Con tirabuzones y sin ellos. Con kipá y con la cabeza descubierta. Con sombrero y sin él. Creyente y laico. Asistente a la Sinagoga y no. Ateo. ¿Y qué? Es mi vida y decido como quiero vivirla. Pero siempre orgulloso de ser judío. Consciente de ser judío. No tengo que dar explicaciones ni justificarme ante nadie. Vivo mi judaísmo como quiero y si doy explicaciones es porque quiero, y ante quién quiero: mi familia, amigos, comunidad. Y si no las doy, da lo mismo. A los demás les digo: soy judío, ¿y qué? Estoy orgulloso de serlo y de proclamarlo.
¿Les pido acaso que me expliquen por qué son demócratas, conservadores, fascistas, socialistas, comunistas, anarquistas, sindicalistas, nacionalistas, punkis o hippies? ¡Déjenme en paz! Si ustedes no se preguntan por estas cosas, ¿por qué me preguntan a mí? Solo hay una explicación y no les gustará: por racismo. Soy judío y estoy orgulloso de serlo. Esa es mi respuesta y no daré otra, porque no me da la gana. Con ella basta y sobra.
La señora que agredió a mi amigo no me preocupa. Es una infeliz. Me dan miedo lo intelectuales a la violeta de las tertulias, los sesudos analistas, los dirigentes políticos y sindicales, los “intelectuales” (¿existen en España o son tertulianos asalariados?), y los “abajofirmantes” (una legión entre nosotros: conformistas de toda ralea).
En resumidas cuentas: más que esa señora me dan miedo los bien pensantes del sistema y los medio pensadores/mediopensionistas; aquellos que están dispuestos a nadar a favor de la corriente, porque su acomodaticia cobardía consciente es el caldo de cultivo del fascismo cotidiano que nos amenaza.
Ustedes dicen: no somos antijudíos, sino anti israelís. En román paladino: nos gusta el judío muerto, pero no el que lucha por vivir. Señores y señoras, siento darle una mala noticia: desde el 14 de mayo de 1948, al menos, ningún judío está dispuesto a poner la otra mejilla.
“Donde tu vayas yo iré, tu pueblo será mi pueblo, tu Dios será mi Dios”, dijo Ruth. Con apellidos castellanos y con mis títulos de Magistrado en excedencia y Profesor universitario (algo que en un país de funcionarios y aquejado de titulitis quizá impresione), le digo lo mismo a esa señora y a sus (bienpensantes) mentores intelectuales y cómplices pasivos: Soy judío, ¿y qué?
A diferencia de nuestros agresores físicos y verbales somos ciudadanos pacíficos, por lo que exigimos a nuestras autoridades que cumplan con sus deberes. Por eso me pregunto, ¿dónde están y qué hacen el Ministerio del Interior, el Fiscal General del Estado y los Jueces y Tribunales? Seguro que elaborando sesudas, agudas e “interesantes reflexiones” sobre los retos del hombre en nuestra época. ¡Qué tiempo y dinero desperdiciado, a la vista de sus resultados!
Autor: Manuel Sánchez Álvarez
Fuente: Libertad Digital
miércoles, 24 de febrero de 2010
Soy judío, ¿y qué?
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